sábado, 8 de agosto de 2009

Agustina

La insatisfacción de sus manos denotaba que algo en su vida no había resultado como lo había imaginado vestido de pantalones cortos, y peinado como su madre le había indicado esa tarde en la cual se graduó de la primaria. La soledad brotaba por sus poros. Sus ojos vacíos y movimientos lentos eran el ejemplo más claro de la falta de emoción de todas y cada una de las horas conscientes de sus días.

En un momento palpó sus bolsillos en búsqueda de algo que ya no estaba. ¿Sería su felicidad, o simplemente esa moneda que tenía preparada para pagar el refresco de la cena? Se lo que sea tanto no importaba, porque luego de un poco minucioso cateo, abandonó la búsqueda.
Su columna adoptó su posición favorita y sus hombros cayeron. Hacía años que su espalda había dejado de pelear para así adoptar la postura menos saludable, pero sin duda más cómoda, que su cuerpo podía asumir.

Cerró sus ojos.

No notó que su corbata era ahorcada por su poco glamoroso bolso “regalo cortesía” de alguna antigua convención médica a la cual algún hermano exitoso había asistido. Bolso que le habían regalado una pasada navidad para no llegar con las manos vacías a la celebración.
No notó que la vida se le había pasado, y que claramente la había disfrutado tanto como disfrutaba su viaje de 2 horas a bordo de los incómodos y pequeños asientos del camión 631 que todos los días realizaba la ruta de “Glorieta Insurgentes” hasta “Valle Dorado”.

Ni el frenón más violento podría despertarlo de su eterno sueño.

Baches y mercedes. Moviéndose al compás de cosas no puede controlar.
Sin unos labios a los cuales poder besar.

Solo con un traje barato de poliéster. Solo con un par de agujeros en los zapatos.

B.A.I

No hay comentarios: