martes, 11 de agosto de 2009

lunes, 10 de agosto de 2009

sábado, 8 de agosto de 2009

Agustina

La insatisfacción de sus manos denotaba que algo en su vida no había resultado como lo había imaginado vestido de pantalones cortos, y peinado como su madre le había indicado esa tarde en la cual se graduó de la primaria. La soledad brotaba por sus poros. Sus ojos vacíos y movimientos lentos eran el ejemplo más claro de la falta de emoción de todas y cada una de las horas conscientes de sus días.

En un momento palpó sus bolsillos en búsqueda de algo que ya no estaba. ¿Sería su felicidad, o simplemente esa moneda que tenía preparada para pagar el refresco de la cena? Se lo que sea tanto no importaba, porque luego de un poco minucioso cateo, abandonó la búsqueda.
Su columna adoptó su posición favorita y sus hombros cayeron. Hacía años que su espalda había dejado de pelear para así adoptar la postura menos saludable, pero sin duda más cómoda, que su cuerpo podía asumir.

Cerró sus ojos.

No notó que su corbata era ahorcada por su poco glamoroso bolso “regalo cortesía” de alguna antigua convención médica a la cual algún hermano exitoso había asistido. Bolso que le habían regalado una pasada navidad para no llegar con las manos vacías a la celebración.
No notó que la vida se le había pasado, y que claramente la había disfrutado tanto como disfrutaba su viaje de 2 horas a bordo de los incómodos y pequeños asientos del camión 631 que todos los días realizaba la ruta de “Glorieta Insurgentes” hasta “Valle Dorado”.

Ni el frenón más violento podría despertarlo de su eterno sueño.

Baches y mercedes. Moviéndose al compás de cosas no puede controlar.
Sin unos labios a los cuales poder besar.

Solo con un traje barato de poliéster. Solo con un par de agujeros en los zapatos.

B.A.I

viernes, 7 de agosto de 2009

martes, 4 de agosto de 2009

Hysteria

Durante siete meses Sofía se levanto a las 7:40 de la mañana.
Se preparó un té. Dos tostadas de pan integral y un tazón de cereal con fruta. Se ducho usando jabón de marca de paloma y un Shampoo con esencia de mandarina. Secó su pelo, se perfumó. Pintó su cara y alrededor de las 8:40 salió de su casa rumbo al trabajo. Caminó por la calle de Jalapa en dirección a la glorieta de insurgentes. Caminó, siempre al ritmo del soufflé de su Aipot.

Por su parte Andrés, como todas las mañanas, salió tarde de su casa. Con un paquete de oreos robadas de la alacena en el bolsillo y un sándwich en un "topper".
Encandilado caminó los 2kms que separaban su puerta de la combi. Se montó en ella al ritmo de un insoportable “Disk Jockey” gritón de esos que intentan ponerle ganas y emoción al alba y le quitan lo lindo y suave a la mañana.
Bajó en periférico y tomó un camión rumbo al Auditorio Nacional.
Subió a otro que iba en dirección a “La Villa” para bajarse a la altura de la calle Génova. Ignoró miradas insinuantes de personas de su mismo sexo.
Compró un cigarrillo (Porque eso le generaba la falsa esperanza de que así fumaba menos). Cruzó la glorieta. Miró con cariño un puesto donde siempre imaginó desayunar unas “carnitas”. La única razón por lo cual no lo había hecho era por falta de capital; No de hambre.
Caminó media cuadra donde sabía que, a la altura del puesto donde fruta fresca era acomodada con mucho esmero y dedicación por un antiguo aspirante a luchador, la vería.
Como todos los días se pregunto su nombre.

Cosas que pasan todos los días en las banquetas que al amanecer despiertan cobijadas bajo el smog del ayer. Dialectos de vendedoras de chicles y paletas. Del sonido de organillero y respiraciones fuertes de hombres fajados por los años y los tacos.
Dos de Suadero y un Boing de mango por favor.

B.A.I