martes, 4 de agosto de 2009

Hysteria

Durante siete meses Sofía se levanto a las 7:40 de la mañana.
Se preparó un té. Dos tostadas de pan integral y un tazón de cereal con fruta. Se ducho usando jabón de marca de paloma y un Shampoo con esencia de mandarina. Secó su pelo, se perfumó. Pintó su cara y alrededor de las 8:40 salió de su casa rumbo al trabajo. Caminó por la calle de Jalapa en dirección a la glorieta de insurgentes. Caminó, siempre al ritmo del soufflé de su Aipot.

Por su parte Andrés, como todas las mañanas, salió tarde de su casa. Con un paquete de oreos robadas de la alacena en el bolsillo y un sándwich en un "topper".
Encandilado caminó los 2kms que separaban su puerta de la combi. Se montó en ella al ritmo de un insoportable “Disk Jockey” gritón de esos que intentan ponerle ganas y emoción al alba y le quitan lo lindo y suave a la mañana.
Bajó en periférico y tomó un camión rumbo al Auditorio Nacional.
Subió a otro que iba en dirección a “La Villa” para bajarse a la altura de la calle Génova. Ignoró miradas insinuantes de personas de su mismo sexo.
Compró un cigarrillo (Porque eso le generaba la falsa esperanza de que así fumaba menos). Cruzó la glorieta. Miró con cariño un puesto donde siempre imaginó desayunar unas “carnitas”. La única razón por lo cual no lo había hecho era por falta de capital; No de hambre.
Caminó media cuadra donde sabía que, a la altura del puesto donde fruta fresca era acomodada con mucho esmero y dedicación por un antiguo aspirante a luchador, la vería.
Como todos los días se pregunto su nombre.

Cosas que pasan todos los días en las banquetas que al amanecer despiertan cobijadas bajo el smog del ayer. Dialectos de vendedoras de chicles y paletas. Del sonido de organillero y respiraciones fuertes de hombres fajados por los años y los tacos.
Dos de Suadero y un Boing de mango por favor.

B.A.I

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